Revisión sobre enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE)

Jorge A Olmos,1 María Marta Piskorz,1 Marcelo F Vela2

1 División Gastroenterología. Hospital de Clínicas José de San Martín, Universidad de Buenos Aires. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
2 División Gastroenterología y Hepatología. Mayo Clinic. Arizona, Estados Unidos.

Acta Gastroenterol Latinoam 2016;46: 160-172
Recibido: 18/04/2016 / Aprobado: 22/04/2016 / Publicado en www.actagastro.org el 04/07/2016

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Resumen

La ERGE es una enfermedad altamente prevalente en nues­tro país. La misma conlleva una alteración significativa en la calidad de vida de los pacientes con los consecuentes altos cos­tos en salud. La comprensión de su fisiopatología es de funda­mental importancia para el uso racional de los métodos diag­nósticos y la implementación de la terapéutica apropiada en cada situación clínica. En esta revisión se trata a esta entidad en base a la mejor evidencia disponible, haciendo hincapié en los mecanismos fisiopatogénicos, la epidemiología, los métodos diagnósticos modernos y las normas de manejo actuales.

Palabras claves. Enfermedad por reflujo gastroesofágico.

Gastroesophageal Reflux Disease Review (GERD)

Summary

GERD is a highly prevalent disease in our country. It has a deep impact in patient´s quality of life, representing extreme­ly high costs regarding health. The correct understanding of its pathophysiology is crucial for the rational use of diagnoses methods and the implementation of appropriate treatment adjusted to each individual case. In this review we evaluate this disorder based on the best available evidence, focusing in pathophysiological mechanisms, its epidemiology, modern diagnosis methods and current management standards.

Key words. Gastroesophageal reflux disease.

Abreviaturas
ERGE: Enfermedad por reflujo gastroesofágico.
GERD: Gastroesophageal reflux disease.
ERNE: Enfermedad por reflujo no erosiva.
ERE: Enfermedad por reflujo erosiva.
EEI: Esfínter esofágico inferior.
UGE: Unión gastroesofágica.
CD: Crura diafragmática.
DIS: Espacios intercelulares dilatados.
IMC: Índice de masa corporal.
IBP: Inhibidores de la bomba de prótones.
Anti-H2: Antagonistas de los receptores de histamina-2.
NNT: Número necesario a tratar.

La ERGE ha sido definida de distintas formas a través del tiempo, algunas de las cuales han generado confusión y controversias. En los últimos años se han llevado a cabo distintos consensos basados en evidencias para tratar el tó­pico y dar una definición operativa y normas de manejo consensuadas. El primero fue el de GENVAL 99`1 y el últi­mo fue el “multicontinental” de Montreal en el 2006.2 En éste se definió a la ERGE como aquel contenido gástrico que refluye al esófago y que genera síntomas molestos y/o complicaciones esofágicas o extraesofágicas. Recientemen­te se han establecido las guías de ERGE, las cuales tuvie­ron en cuenta la información previa y utilizaron el sistema GRADE3 para establecer los niveles de evidencia.4 En estas guías ERGE se define por consenso como los síntomas o las complicaciones resultantes del reflujo del contenido gástri­co hacia el esófago, la cavidad oral (incluida la laringe) o los pulmones. Asimismo, se subdivide en dos formas: la no erosiva (ERNE) (presencia de síntomas pero sin erosiones en el examen endoscópico) y la erosiva (ERE) (presencia de síntomas y erosiones en el examen endoscópico).4 Esto tiene como finalidad establecer diferentes fenotipos que conllevan distintas normas de manejo.

Fisiopatología

Se sabe desde un principio que la ERGE es una en­tidad multifactorial, pero existió una tendencia entre los clínicos a explicarla como un concepto unidimensional. En un primer momento fue equiparada a la hernia hiatal, luego al esfínter esofágico inferior (EEI) hipotensivo y fi­nalmente a las relajaciones transitorias del EEI. Actualmen­te se comprendió que todos estos elementos interactúan en la ERGE haciéndola una entidad multifactorial.5 En el modelo fisiopatológico actual, la ERGE resulta como con­secuencia de la interacción de distintos factores en el tracto gastrointestinal superior. Entre ellos se incluyen el material gástrico (ácido, pepsina, sales biliares, enzimas pancreáti­cas) que es potencialmente nocivo para el esófago, la barre­ra antirreflujo en la unión gastroesofágica (UGE) que tiene como fin evitar el ascenso del contenido gástrico hacia el esófago, y mecanismos de defensa y reparación en el epite­lio esofágico que contrarrestan los efectos de la exposición al ácido.6 Cuando la barrera antirreflujo se ve superada con frecuencia de tal manera que los mecanismos de defensa se vuelven insuficientes, el paciente desarrolla ERGE.

Barrera antirreflujo. La UGE está constituida por el EEI y la crura diafragmática (CD).5 Normalmente estas dos fuerzas actúan en una forma integrada y sinérgica. Hay que resaltar que la CD juega un rol fundamental en la prevención del reflujo inducido por esfuerzos y que las relajaciones transitorias del EEI son un mecanismo fi­siopatogénico más frecuente que el EEI hipotensivo.7 La degradación mecánica de la UGE está conceptualizada como un continuo que comienza con alteraciones fun­cionales sutiles y termina con una hernia hiatal evidente. Los factores que interactúan en la alteración de la UGE tienen que ver con: la falla de sinergismo y/o la laxitud del anclaje entre el EEI-CD, un incremento en su disten­sibilidad como así también un incremento de la presión intrabdominal.5 Existen además factores de riesgo para la alteración de la UGE como la edad y la obesidad. La obesidad central promueve la aparición de ERGE por un aumento en la presión intraabdominal y el desarrollo de hernia hiatal.8-10 Además de esto, la grasa abdominal metabólicamente activa puede predisponer al desarrollo de esófago de Barrett y al adenocarcinoma del esófago a través de mecanismos independientes de la ERGE que promueven la progresión de la inflamación a metaplasia y neoplasia. Éstas incluyen alteraciones en los niveles de adipokinas, citoquinas y quemoquinas.5, 11

Factores gástricos. El retraso en el vaciamiento gástrico puede provocar reflujo debido a que el estómago está lleno durante más tiempo. Asimismo, el aumento en la presión intragástrica puede gatillar relajaciones transitorias del EEI.12

Por otro lado, se reconoce en la actualidad que el re­flujo ácido que ocurre en el período postprandial inme­diato tiene que ver con el llamado “acid pocket”. El mismo es consecuencia del pool de ácido que se encuentra en el estómago proximal por encima del quimo y que expone al esófago ante el fracaso de la barrera antirreflujo.13-15

Con respecto a la secreción ácida gástrica y de pepsina, a pesar que intuitivamente pensaríamos que está aumentada en la ERGE, varios estudios muestran que no es de relevancia y hasta está disminuida significativamente en algunos pacientes.16

Trastornos motores del esófago. Los trastornos en la mo­tilidad del esófago están presentes en alrededor de un 30% de los pacientes con ERGE; la motilidad esofágica inefectiva es la alteración más prevalente.17 A pesar de la presencia de trastornos motores en algunos pacientes con ERGE, su rele­vancia como mecanismo patogénico todavía no es clara. De hecho, se debate si la alteración en la motilidad del esófago es un fenómeno primario o secundario a la inflamación.18

Saliva. La deglución de saliva promueve no sólo la pe­ristalsis primaria sino que permite la neutralización del reflujo ácido dada la presencia de bicarbonato.19 Varias publicaciones reportaron que el flujo de saliva está dismi­nuido en pacientes con ERGE.20

Reflujo biliar. El rol del reflujo biliar en la fisiopatolo­gía de la ERGE ha sido subestimado. Sin embargo, existe suficiente evidencia que muestra que no sólo la cantidad sino también la composición del contenido refluido pue­den ser importantes en la patogénesis de la ERGE. Varios estudios muestran que la concentración total de ácidos biliares en el aspirado del esófago está aumentada en pa­cientes con ERGE con esofagitis moderada y severa.21, 22 La mayoría de los ácidos biliares presentes en pacientes con ERGE no tratados con inhibidores de la bomba de protones están en su forma conjugada (con glicina y tau­rina) en una relación 3:1. Por otro lado, los inhibidores de la bomba de protones provocan sobrecrecimiento bac­teriano intestinal en una considerable proporción de pa­cientes. Algunas de estas bacterias tienen la capacidad de desconconjugar los ácidos biliares cambiando la propor­ción con respecto a la forma conjugada en una relación de 1:3. Los ácidos biliares no conjugados son solubles y activos a un pH entre 4 y 6, y además son más dañinos (citotóxicos) que la formas conjugadas.23

Estudios de diferentes grupos mostraron que el 60% de los pacientes con ERGE refractario tienen tiempo de exposición biliar patológico a pesar del tratamiento con inhibidores de la bomba de protones.18

Mecanismos de defensa de la mucosa esofágica. Por otro lado, hay que resaltar la importancia fisiopatológica de los mecanismos de defensa de la mucosa esofágica. El pri­mero de estos mecanismos es preepitelial y tiene que ver con la presencia de una capa de agua que tiene limitada capacidad de buffer. Esta fina capa está principalmente compuesta de bicarbonato de la saliva y bicarbonato se­cretado por la glándulas de la mucosa. El segundo, inclu­ye las proteínas de adhesión epiteliales. Éstas impiden la difusión de hidrógeno y el paso de otras sustancias lumi­nales como los ácidos biliares y la tripsina. Las proteínas intercelulares están disminuidas tanto en los pacientes con ERNE como en aquellos con ERE. El tercer nivel de defensa es el post-epitelial e incluye la neutralización del hidrógeno por el bicarbonato sanguíneo.18

Integridad de la mucosa esofágica. En la actualidad no hay discusión sobre el rol que juega la alteración de la in­tegridad de la mucosa en pacientes con esofagitis erosiva. Hopwood describió por primera vez a fines de 1970 que los pacientes con esofagitis tienen espacios intercelulares dilatados (DIS) en las zonas no erosionadas.24 Más de 15 años después esto fue confirmado y aún descripto en pa­cientes con ERNE.25-27

Actualmente se ha utilizado la medición de la impedan­cia basal como parámetro de integridad de la mucosa. En este sentido se ha visto que tanto los pacientes con ERE como aquellos con ERNE tienen disminuidos los valores de impedancia basal comparados con los controles sanos.28, 29

En conclusión, en la actualidad se acepta que la ERGE es una enfermedad multifactorial antes que determinada por un solo mecanismo dominante como se creía previamente. Los factores intervinientes como la obesidad, la edad, los fac­tores genéticos, el embarazo y el trauma pueden contribuir al deterioro de la unión gastroesofágica, resultando en la apa­rición de reflujo patológico y los síndromes acompañantes. La progresión de la enfermedad a través de la perpetuación de factores como la obesidad, la disfunción neuromuscular y la fibrosis llevan al desarrollo de hernia hiatal evidente. Esta última es un elemento central que impacta en la mayoría de los mecanismos que subyacen a la ERGE (relajaciones transitorias del EEI, EEI hipotensivo, vaciamiento gástrico, acid pocket) y explica su asociación con la severidad de la en­fermedad y el daño de la mucosa.

Epidemiología y síntomas

La prevalencia de ERGE en la población fue estima­da en base a la presencia de síntomas típicos (pirosis y regurgitación). Una revisión sistemática mostró una pre­valencia del 10-20% en Occidente con una prevalencia más baja en Asia.30 En Asia, la prevalencia de ERGE es muy inferior a la de Europa y América del Norte, y tí­picamente varía entre 2,5% y 6,7%. En Latinoamérica, la prevalencia de ERGE en la población fue de 11,9% a 31,3% según una revisión sistemática realizada sobre 8 estudios (1 de Argentina, 5 de Brasil y 2 de México).31 En Argentina, fue realizado un estudio poblacional para eva­luar la prevalencia de ERGE, utilizando un cuestionario de auto-informe validado. La población estudiada consistió en 1.000 individuos de 18 a 80 años de edad, provenientes de 17 áreas representativas de la Argentina, y se estratificó por edad, sexo, área geográfica y tamaño relativo de la po­blación. Se incluyeron 839 sujetos con una edad media de 39,9 años +/-15,4. La prevalencia de pirosis y/o regurgita­ción, al menos semanal, fue de 23%.32 En un metaanálisis recientemente publicado, se consignó que Argentina junto con EE.UU., Reino Unido, Turquía y Suecia, tienen las prevalencias de ERGE más altas del mundo.33

Con respecto a la prevalencia de esofagitis erosiva, un estudio realizado en nuestro país incluyó 397 pacientes sometidos a endoscopía gastrointestinal. Los pacientes tenían 18 a 65 años de edad y todos sufrían síntomas típi­cos de ERGE al menos 2 días por semana. La prevalencia de esofagitis por reflujo fue de 35%, de las cuales el 80% fueron formas leves o moderadas y solamente un 20% mostró formas severas. Además, el 60% tuvieron formas no erosivas y el 5% esófago de Barrett. Las variables clí­nicas asociadas con mayor injuria de la mucosa fueron los síntomas de reflujo nocturno [CP: 2,55 (IC 95%: 1,55- 4,18)] y un IMC mayor a 25 kg/m2 [CP: 1,91 (IC 95%: 1,03- 3,55)].34 Estas tasas son similares a la prevalencia observada en el estudio Canadian Adult Dyspepsia Em­piric Treatment – Prompt Endoscopy (CADET-PE), en el cual el 43% de los pacientes que se presentaban al con­sultorio de atención primaria con síntomas abdominales superiores sufría de esofagitis por reflujo.35

La incidencia de la enfermedad está creciendo en las últimas décadas, lo cual trae como consecuencia un incre­mento en la tasa de complicaciones -la más indeseable es el adenocarcinoma del esófago- como así también un in­cremento en los costos en salud. En un trabajo realizado en EE.UU. se observó que los costos asociados a la ERGE típica resultaron en US$ 9 billones y llamativamente los de la ERGE extraesofágica resultaron discretamente in­feriores a los costos globales por cáncer (US$ 50 billones vs US$ 58 billones). Esta situación condujo en EE.UU. a realizar una adecuación de las normas de manejo para controlar los costos inusitados que devienen fundamen­talmente de la sintomatología extraesofágica.36

Los síntomas se subdividen en esofágicos (pirosis y regur­gitación) y extraesofágicos. El dolor de pecho, luego de haber descartado patología cardiológica, puede ser un síntoma de ERGE. El mismo anteriormente se consideraba una mani­festación extraesofágica de reflujo y actualmente fue incluido como una manifestación esofágica. Aunque la disfagia pue­de ser un síntoma de ERGE no complicada, su presencia requiere una meticulosa evaluación a fin de descartar otras entidades (trastornos motores del esófago, estenosis o ma­lignidad), es un síntoma de alarma que requiere una pronta evaluación. Por otra parte, los síntomas extraesofágicos in­cluyen la tos crónica, el asma y la laringitis crónica.

Asimismo, un 38% de los pacientes pueden presen­tar síntomas de dispepsia (epigastralgia, saciedad precoz, náuseas, eructos) en forma concurrente (sobreposición).37 En un estudio epidemiológico basado en la población realizado en nuestro país se observó que la sobreposición entre ERGE y dispepsia fue del 13,6%.38

Diagnóstico

El diagnóstico de ERGE se realiza utilizando una combinación de síntomas, estudios endoscópicos, moni­toreo ambulatorio de reflujo y respuesta a inhibidores de la bomba de protones (IBP).4 Los síntomas típicos (piro­sis y regurgitación) mostraron en una revisión sistemáti­ca una sensibilidad del 30-76% y una especificidad del 62-96% para la presencia de ERGE.39 La respuesta a la administración empírica de IBP es una alternativa razo­nable para confirmar la ERGE, aunque un metaanálisis mostró algunas limitaciones de este abordaje, mostrando una sensibilidad del 78% y una especificidad del 54%.40 El esofagograma baritado no es un estudio recomendado para el diagnóstico de ERGE, ya que su sensibilidad para la detección de signos de esofagitis es extremadamen­te baja. Asimismo, la presencia de reflujo espontáneo o provocado no aumenta la sensibilidad del test. Su única utilidad en la actualidad es la evaluación de pacientes con disfagia concurrente.41, 42 A pesar de que la mayoría de los pacientes no presentarán hallazgos anormales en la endos­copía,43 la misma debe ser la herramienta fundamental en esta entidad ya que permite categorizar adecuadamente la enfermedad, estableciendo los diferentes fenotipos que conllevan distintas normas de manejo. En este sentido, deberían suspenderse los IBP al menos 15 días previos a la realización de la misma. Los hallazgos endoscópicos asociados a ERGE incluyen esofagitis erosiva en sus dis­tintos grados de severidad establecidos por la clasificación de Los Ángeles, la estenosis péptica y el esófago de Ba­rrett.44 Hay que tener en cuenta que los pacientes con endoscopía normal se subdividen en varios grupos: 1) ERNE, es decir, pacientes con endoscopía normal pero con evidencia de ERGE en el monitoreo ambulatorio de reflujo; 2) pacientes sin ERGE, pero con otra enferme­dad que explica los síntomas, como por ejemplo acalasia o esofagitis eosinofílica; y 3) pacientes sin evidencia de enfermedad orgánica, es decir, aquellos con trastornos funcionales como la pirosis funcional (pacientes con en­doscopía y monitoreo ambulatorio de reflujo normales). Por otro lado, durante la endoscopía es fundamental la evaluación endoscópica en retroflexión del ángulo de His a través de la clasificación válvula flap (Clasificación Hill).

Es importante recordar que los hallazgos histológicos frecuentemente atribuidos a la ERGE tienen sensibilidad y especificidad subóptimas, por lo tanto, en la actualidad no está recomendada la realización de biopsias del esó­fago de rutina en pacientes con síntomas de ERGE sin hallazgos anormales en la endoscopía45 excepto cuando la presentación clínica sugiere esofagitis eosinofílica, en cuyo caso las biopsias son sustanciales para diagnosticar esta entidad. La manometría de esófago tiene un valor limitado para el diagnóstico primario de ERGE, ya que ni el EEI hipotensivo ni las alteraciones motoras del esófago son específicas de ERGE. La manometría debe ser usada para localizar el EEI antes de la realización de impedan­ciometría/ph y antes de considerar una cirugía antirre­flujo, con el objeto de descartar trastornos motores del esófago (acalasia o hipomotilidad severa) que contrain­diquen la funduplicatura de Nissen.4 El monitoreo am­bulatorio de reflujo (phmetría o impedanciometría/ph) es el único test que permite determinar la presencia de exposición ácida anormal del esófago, la frecuencia del reflujo y la asociación entre los síntomas y los episodios de reflujo. Tiene una excelente sensibilidad y especifici­dad (77-100% y 85-100%, respectivamente) en pacientes con esofagitis erosiva, aunque en pacientes con ERGE no erosiva la sensibilidad es menor (<71%).46 El agregado de la impedanciometría a la phmetría sola incrementa la sensibi­lidad del monitoreo del reflujo a casi el 90% ya que permi­te la evaluación del reflujo débilmente ácido y no ácido.47

La cápsula inalámbrica para el monitoreo de pH ofre­ce un incremento en la tolerancia del paciente y la opción de extender el estudio por 48 o hasta 96 hs. Esto permite evaluar en el mismo estudio la respuesta a IBP.4 Sin em­bargo, solo detecta pH ácido, aunque la prolongación del estudio en el tiempo permite aumentar el rédito diagnóstico.

El monitoreo ambulatorio de pH tiene indicación en pacientes refractarios a IBP y en la evaluación de manifes­taciones extraesofágicas en las que haya dudas en cuanto a su relación con ERGE y en pacientes que se vayan a someter a una intervención quirúrgica antirreflujo.

El monitoreo ambulatorio de reflujo sirve para catego­rizar a los pacientes en los siguientes fenotipos:

  1. ERGE definido por una exposición acida patoló­gica o episodios excesivos de reflujo ácidos o no ácidos (fracaso de barrera)
  2. Esófago hipersensible: reflujo fisiológico con asocia­ción temporal entre los episodios de reflujo y los síntomas.
  3. Pirosis funcional. Reflujo fisiológico sin asociación entre los síntomas y los episodios de reflujo.

Es importante destacar que el manejo ulterior va a depender de esta categorización ya que en pacientes con ERGE hay que optimizar el manejo antirreflujo, en cam­bio los pacientes sin ERGE es poco probable que respon­dan a estas medidas. Por otro lado, la asociación sintomá­tica es otro determinante de la respuesta al tratamiento antirreflujo, ya que los pacientes en los que hay correla­ción temporal entre los síntomas de ERGE y los episodios de reflujo van a presentar una mejor respuesta al trata­miento que aquellos en los que no existe dicha asociación.

Manejo de la ERGE

Aunque está generalmente recomendado realizar mo­dificaciones en el estilo de vida, las evidencias que las avalan son prácticamente anecdóticas. Es importante, por lo tanto, limitar estas recomendaciones a una dieta saludable y evitar o utilizar con moderación alimentos o actividades específicas que desencadenen los síntomas.5 También es razonable recomendar que se evite la ingesta de alimentos, sobre todo con alto contenido graso, por al menos dos o tres horas antes de recostarse, una medida que resultó en mejoría de los síntomas de ERGE y expo­sición esofágica al ácido en estudios caso-control.48, 49

Un abordaje mucho más importante tiene que ver con el control del peso y del perímetro abdominal. Existen numerosos estudios que han demostrado la correlación entre la obesidad y la ERGE. Hay evidencia que indica la eficacia de la reducción de peso en la diminución de los síntomas de ERGE. Uno de estos estudios mostró que una pequeña disminución en el IMC de 3,5 kg/m2 con­lleva a un 40% de disminución en el riesgo de ERGE, aún en mujeres con IMC normal.50 Asimismo, el bypass gástrico ha demostrado ser efectivo en la reducción de los síntomas de ERGE.51

La estrategia de manejo más aceptada para la ERGE es la de reducir la secreción ácida gástrica. Las opciones de tratamiento médico incluyen antiácidos, anti-H2 o IBP. Un metaanálisis demostró un efecto placebo global del 20% en pacientes con ERGE.52 Es de resaltar que este efecto placebo es mayor en pacientes con ERNE que con ERE y dentro de estos últimos es mayor en los pacientes con formas leves que en las severas. Un concepto impor­tante para medir efectividad es la ganancia terapéutica que es el beneficio de la intervención sobre el placebo. En este sentido, la ganancia terapéutica es mayor en la ERE que en la ERNE y en las esofagitis leves más que en las se­veras. Con respecto al control sintomático, la ganancia te­rapéutica es mayor para la pirosis que para la regurgitación.

Los IBP han sido asociados a mayores tasas de resolu­ción de la esofagitis y menores tasas de recaída en compa­ración a los anti-H2 y placebo en pacientes con esofagitis erosiva.53 En pacientes con ERGE no erosiva, una revisión sistemática de Cochrane demostró superioridad de los IBP frente a los anti-H2 y proquinéticos para la mejoría de la pirosis.54 El riesgo relativo (RR) para remisión de la pirosis en estudios controlados con placebo fue del 0,37 para IBP, 0,77 para anti-H2 y 0,86 para proquinéticos.54

Por lo antedicho, los IBP se han convertido en el tra­tamiento de primera línea. En general, hay pocas dife­rencias entre los distintos IBP disponibles. Sin embargo, en pacientes con respuesta terapéutica insuficiente a dosis estándares de IBP pueden beneficiarse del cambio a otro IBP o de la duplicación de la dosis.5

Existen en la actualidad seis clases de IBP disponibles (omeprazol, lanzoprazol, rabeprazol, pantoprazol, esome­prazol y dexlanzoprazol). Es importante recalcar que, aunque globalmente la efectividad de los IBP es similar, los estudios farmacodinámicos han evidenciado que existen algunas dife­rencias intra-sujeto. De esto surge que cambiar de IBP es una estrategia razonable en pacientes con respuesta insuficiente.4

El esomeprazol mostró un relativo aumento en la pro­babilidad de curación en la esofagitis erosiva del 5% a las 8 semanas, con un NNT de 25.55 En este metaanálisis no fue incluido el dexlanzoprazol. Todos los IBP (salvo el dexlanzoprazol) deben ser administrados 30-60 minutos antes de las comidas para asegurar su máxima eficacia. El dexlanzoprazol es un IBP de liberación dual. Los estudios comparativos (sólo con lanzoprazol) demostraron superio­ridad con respecto a los valores de pH esofágico.56 Por otro lado, un estudio open label demostró que es posible realizar la disminución de la dosis en pacientes que reciben IBP a doble dosis a una dosis única de 30 mg de dexlanzoprazol.57 A pesar de estas diferencias estadísticamente significativas en algunos de los estudios, desde el punto de vista clínico todos los IBP pueden considerarse equivalentes. Asimismo, es importante reconocer que existe variabilidad intra-sujeto en cuanto a la respuesta a distintos IBPs por diferencias en el metabolismo de los distintos fármacos.

Debe mantenerse el tratamiento con IBP en pacientes que han tenido complicaciones como la esofagitis erosiva en su forma severa o el esófago de Barrett y en los pacientes con recidiva de los síntomas luego de la suspensión de los IBP. Por otro lado, los pacientes con ERGE no erosiva pueden ser manejados satisfactoriamente con IBP a demanda.58 En los pacientes con enfermedad no erosiva se observa una recaída de los síntomas en 2/3 de los pacientes a lo largo del tiem­po.59 Cerca del 100% de los pacientes con esofagitis, Los Ángeles C y D, recidivarán en un lapso de 6 meses.60

Las opciones terapéuticas para los pacientes con res­puesta insuficiente a los IBP son limitadas. Los anti-H2 nocturnos han sido recomendados como una alternativa luego de que algunos estudios demostraron control del pH intragástrico durante la noche. Sin embargo, la taquifilaxia parecería ser un hecho frecuente al mes de tratamiento.61

El tratamiento con drogas proquinéticas como la me­toclopramida junto con los IBP se ha considerado como otra opción terapéutica para estos pacientes. La meto­clopramida ha demostrado aumentar la presión del EEI, aumentar la peristalsis y estimular el vaciamiento gástri­co.62 Sin embargo, el uso de metoclopramida se limita por los efectos adversos a nivel del sistema nervioso central.63 Actualmente se sabe que en ausencia de gastroparesia no existe un rol claro en cuanto al uso de la metoclopramida en la ERGE.4 El mismo concepto se aplica para otros pro­quinéticos como la domperidona.64

Tratamiento quirúrgico de la ERGE

Con respecto al tratamiento quirúrgico de la ERGE, la opción actual es la funduplicatura laparoscópica.4 Las indicaciones quirúrgicas incluyen el deseo de disconti­nuar la medicación, la falta de adherencia, la presencia de efectos adversos, la presencia de una hernia hiatal gi­gante, la esofagitis refractaria al tratamiento médico o la ERGE refractaria documentada. Los pacientes con docu­mentación por impedanciometría/ph de reflujo no ácido sintomático estando bajo tratamiento con IBP, también son candidatos a la cirugía.65 Es poco probable que los síntomas de dispepsia como las náuseas, vómitos y la epigastralgia presenten mejoría luego de una cirugía. Los síntomas típicos de ERGE (pirosis y/o regurgitación) y con buena respuesta a IBP o los pacientes que tienen una phmetría donde se demuestra correlación sintomática, son los que mejor responden al tratamiento quirúrgico.66 En esta cohorte de pacientes se espera una tasa de remi­sión en el largo término. En una revisión muy reciente de Cochrane se evaluaron cuatro estudios (1.200 pacientes) aleatorizados a recibir tratamiento médico o quirúrgico.67 La calidad general de la evidencia fue pobre o muy po­bre. La diferencia entre la funduplicatura laparoscópica y el tratamiento médico en función de la calidad de vida (HRQol) se calculó a través de la diferencia de media es­tandarizada (SMD), resultando ser imprecisa en el corto término (SMD 0,14; IC 95%: 0,02-0,30), mediano tér­mino (SMD 0,03; IC 95%: 0,19-0,24) y largo término (SMD 0,28; IC 95%: 0,27- 0,84).

La cirugía antirreflujo es un procedimiento seguro cuando es realizado por cirujanos experimentados. La mortalidad postoperatoria dentro de los 30 días es rara, según los reportes disponibles, menor al 1%.68 Por otro lado, el efecto adverso más común asociado a la fundu­plicatura es el síndrome de hinchazón postprandial, que se da como consecuencia a la incapacidad de llevar aire del estómago al esófago y se caracteriza por distensión abdominal, saciedad precoz, náuseas, dolor epigástrico, imposibilidad de eructar y vomitar. Se observa hasta en el 85% de los pacientes y aparece inmediatamente luego de la cirugía, aunque dentro del primer año suele mejorar o resolverse.68 Por otro lado, suele observarse algún grado de disfagia a sólidos en las primeras 2 a 3 semanas luego de la cirugía, la cual se resuelve dentro de los 2 a 3 meses. Sin embargo, un 3-24% de los pacientes experimentan disfagia que persiste más allá de los 3 meses y que necesita evaluación. La diarrea es una complicación frecuente (18- 33%) que aparece dentro de las 6 semanas de la cirugía.68 La duración de la cirugía antirreflujo en términos de con­trol de los síntomas ha sido un tópico de interés reciente. En el seguimiento a 10 años del Veterans Affairs Hospital trial se observó que el 92% de los pacientes tratados médi­camente continuaban recibiendo medicación antirreflujo y sorprendentemente el 62% de los que habían recibido tratamiento quirúrgico habían reiniciado la misma (50% IBP, 50% anti-H2). Además, el 16% de los pacientes qui­rúrgicos habían requerido una nueva cirugía antirreflujo.69

Por otro lado, los síntomas extraesofágicos no parecen mejorar significativamente luego de la funduplicatura. Aunque la cirugía puede ser efectiva en pacientes cuida­dosamente seleccionados con síntomas extraesofágicos o atípicos, la tasa de respuesta a la misma es menor que en pacientes con pirosis.64 Es particularmente importante evaluar detalladamente a los pacientes con la denominada laringitis por reflujo antes de recomendar una funduplica­tura. La respuesta a IBP es crítica. En ausencia de respuesta al tratamiento con IBP, la cirugía es poco probable que sea efectiva, aún con un monitoreo de reflujo anormal.70

La revisión de Cochrane concluye que existe una in­certidumbre considerable entre los beneficios vs los daños de la cirugía laparoscópica antirreflujo comparada con el tratamiento médico a largo plazo y que se necesitan más ensayos clínicos de calidad.67

La mejoría de la barrera antirreflujo a través de un dispositivo magnético, (Linx Reflux Management System; Torax® Medical, Inc. 4188 Lexington Avenue North. Sho­review, MN 55126) ha mostrado efectividad en el control de los síntomas y del pH esofágico en pacientes seleccio­nados (síntomas típicos, respuesta al menos parcial a IBP, hernia hiatal menor de 3 cm, ausencia de esofagitis severa: Los Ángeles C o D).71, 72 Este dispositivo fue aprobado en el 2012 por la FDA y es el único procedimiento que restaura la competencia mecánica de la barrera antirreflujo sin uti­lizar el fundus gástrico. En el trabajo realizado a 5 años se observó una mejoría en los índices de calidad de vida luego del procedimiento de 27 a 4, disminución del uso de IBP a 15,3%, mejoría de la regurgitación de 57% a 1,2%. Ade­más, todos los pacientes reportaron habilidad para eructar o vomitar si lo necesitaban.72 En esta serie se observó que la tasa de síndrome de hinchazón postprandial fue del 52% y disminuyó al 8,3% en un seguimiento a 5 años.72

En pacientes obesos mórbidos se observó que los tra­tamientos quirúrgicos para la obesidad son efectivos en el manejo de la ERGE.73 El procedimiento más efectivo para el manejo de la ERGE en este subgrupo de pacientes parecería ser el bypass gástrico en Y de Roux, en compara­ción con la banda y la manga gástrica.

Los tratamientos endoscópicos para la ERGE han sido desarrollados, pero aún no han demostrado eficacia a largo plazo y por lo tanto no pueden ser recomenda­dos. Estos tratamientos incluyen la radiofrecuencia del EEI, la inyección de silicona en el EEI y la sutura endos­cópica de la UGE.74

Potenciales riesgos asociados a los IBP

Entre los potenciales efectos adversos de los IBP se in­cluyen: cefalea, diarrea, dispepsia en menos del 2% de los pacientes. Otros problemas potenciales incluyen deficien­cias de vitaminas y minerales, la asociación con neumonía y diarrea adquirida en la comunidad, fractura de cadera y osteoporosis, y un aumento en los eventos cardiovas­culares en pacientes que están bajo tratamiento conco­mitante con clopidogrel. Para aclarar estas situaciones, se han desarrollado múltiples metaanálisis.4 Con respecto al potencial déficit de vitamina B12 en pacientes bajo trata­miento con IBP, hay que considerar que la absorción de cobalamina tiene que ver en primera instancia con la pre­sencia de ácido gástrico y pepsina, con el objeto de liberar la cobalamina de las proteínas de la dieta. En dos revisio­nes recientes, no se encontró evidencia que documente el déficit de vitamina B12 en usuarios de IBP crónicos.73, 74 Sin embargo, en un estudio reciente se observó que en pa­cientes ancianos institucionalizados que reciben IBP debe considerarse la deficiencia de vitamina B12.75

El ácido gástrico también es necesario para la absorción de hierro. La anemia ferropénica ha sido reportada en pa­cientes con gastritis atrófica, resección gástrica o vagotomía. No hay evidencia en la actualidad que demuestre el desarro­llo de anemia ferropénica en pacientes que reciben IBP.76

El uso crónico de IBP puede promover el crecimien­to de la microflora intestinal.77 Una revisión sistemática mostró un incremento de la susceptibilidad a la infec­ción por Salmonella (RR 4,2-8,3), Campylobacter (RR 3,5-11,7) y Clostridium difficile (RR 1,2-5).78 En base a las evidencias actuales, se podría decir que el uso de IBP puede ser un factor de riesgo para Clostridium difficile y otras infecciones entéricas y debe ser utilizado con cautela en pacientes susceptibles.4

El aumento en el riesgo de neumonía adquirida en la comunidad no pudo ser claramente documentado en asociación con el uso crónico de IBP.79-82

Con respecto al metabolismo del calcio, en el estudio con mayor tiempo de seguimiento a la fecha, se observó que el uso de IBP los 5 años previos no estuvo asociado con osteoporosis.83

En el año 2009 la FDA emitió un alerta con respecto al potencial aumento en los eventos cardiovasculares en pacientes que utilizaban concomitantemente IBP (parti­cularmente omeprazol, lanzoprazol y esomeprazol) y clo­pidogrel. Esto ocurriría porque ambas drogas comparten el CYP 2C19. Los estudios inicialmente mostraban que existía una reducción de la inhibición plaquetaria del clo­pidogrel en presencia de IBP.84, 85 Sin embargo, esto no fue corroborado en estudios clínicos.86

Por otro lado, estudios recientes muestran una posible asociación entre el uso crónico de IBP con la demencia en mayores de 75 años (OR 1,44; IC 95% 1,36- 1,52) y con la falla renal crónica. Hay que tener en cuenta que se trata de estudios retrospectivos, con problemas metodológicos y que no prueban causalidad.87-89

ERGE refractario al tratamiento con IBP

Se estima que hasta un 40% de los pacientes con síntomas atribuidos a ERGE fallan en responder sinto­máticamente, en forma parcial o completa, a una dosis estándar de IBP.90 Una revisión sistemática reciente en­contró síntomas típicos de ERGE persistentes (pirosis y regurgitación) en un 32% de los pacientes en estudios aleatorizados y en un 45% en estudios observacionales.91 La mayoría de los pacientes que no responden a IBP co­rresponden a los subgrupos ERNE y pirosis funcional. Es importante recalcar que los pacientes con pirosis funcio­nal en realidad no tienen ERGE sino más bien un trastor­no gastrointestinal funcional.

La definición de la ERGE refractaria continúa siendo un punto de controversia. La mayoría de los investigado­res creen que sólo los pacientes que exhiben una respues­ta parcial o falta de respuesta a una doble dosis de IBP deben ser considerados dentro de esta categoría, aunque para otros la falta de respuesta a una dosis simple de IBP sería un criterio suficiente.

La ERGE refractaria tiene un gran impacto en la re­ducción de la calidad de vida.91

El objetivo diagnóstico más importante en este subgrupo de pacientes es el de diferenciar a los que tienen ERGE persistente como causa de la refractariedad de los síntomas, de los que no tienen ERGE. La proporción de pacientes con ERGE extraesofágico que no responden a IBP está menos documentada.

El primer paso en la evaluación de la ERGE refractaria es optimizar el tratamiento con IBP, reevaluando la ad­herencia al tratamiento y asegurándonos que la dosis sea apropiada. Una pobre adherencia está asociada con una falta de respuesta a IBP.92 En un estudio poblacional se observó sólo una adherencia a IBP del 60% en pacientes con ERGE.93 La eficacia de los IBP se maximiza cuando es administrado antes de las comidas.94 Sólo un 46% de los pacientes recibe los IBP de manera óptima.95 Todo pacien­te con ERGE refractario tiene que tener chequeada la dosis y la forma de administración de los IBP. Una vez que es­tamos seguros de una adecuada adherencia al tratamiento, puede intentarse rotar a otro IBP.96 Un estudio controlado y aleatorizado en pacientes con ERGE persistente a pesar de una dosis diaria de IBP mostró que tanto aumentar la dosis de IBP a dos por día o cambiar a otro IBP resul­taron en mejoría sintomática en el 20% de los pacientes, sin una clara ventaja de una estrategia sobre la otra.97 Los pacientes con síntomas persistentes a pesar de la optimiza­ción del tratamiento con IBP requieren ser investigados. A aquellos que tienen síntomas típicos se les debe realizar una endoscopía digestiva para excluir desórdenes esofági­cos diferentes a la ERGE, como la esofagitis eosinofílica y además buscar erosiones (poco frecuente en este subgru­po de pacientes), cuyo hallazgo hablaría de la persistencia del reflujo ácido. Si la endoscopía es negativa, el siguiente paso es el de realizar un monitoreo ambulatorio de reflujo para cuantificar el mismo y determinar la relación entre el reflujo y los síntomas del paciente.4 El monitoreo del reflujo permite además la caracterización del paciente con síntomas refractarios, ya que el estudio puede revelar: 1) falla de los IBP, con persistencia del reflujo ácido, que re­quiere revaluación del tratamiento y eventual aumento de la dosis; 2) adecuado control del ácido pero persistencia de síntomas asociados a reflujo no ácido; y 3) sin reflujo. Entre los pacientes con ERGE refractario con un monito­reo del reflujo negativo, aquellos que tienen pirosis pueden ser clasificados como pirosis funcional. Por otro lado, los que tienen síntomas extraesofágicos (asma, tos, laringitis) necesitarán la reevaluación de causas no asociadas a reflujo.

Un aspecto a evaluar acerca del monitoreo del reflujo es si el mismo debe realizarse tomando IBP (ON IBP) o luego de suspender el mismo (OFF IBP). Actualmente no existe un consenso claro en cuanto a cuál es el método de testeo en pacientes con reflujo refractario. El tipo de test por lo tanto se elige en base a la probabilidad pretest de reflujo. Sin embargo, hay que considerar que el estu­dio OFF IBP es más adecuado para la evaluación de la asociación entre los síntomas y los episodios de ERGE (asociación sintomática).

El monitoreo de reflujo OFF IBP (siete días luego de la interrupción de los IBP) puede realizarse con cualquie­ra de las técnicas disponibles (pHmetría con catéter o ina­lámbrica, o con impedanciometría/pH). Si el monitoreo de reflujo OFF IBP es negativo (exposición ácida normal y asociación sintomática negativa) la ERGE es poco pro­bable. Por lo tanto, en este grupo de pacientes pueden suspenderse los IBP. Por otro lado, un test positivo ofrece evidencia objetiva de reflujo, pero no provee evidencia del mecanismo de la refractariedad del mismo.

El monitoreo de reflujo ON IBP solamente debe rea­lizarse con impedanciometría/pH para poder evaluar el reflujo no ácido, ya que en estos pacientes debido a la supresión ácida, el reflujo se transforma predominan­temente en no ácido.98, 99 Aunque es raro de encontrar, un test con exposición ácida patológica en pacientes que toman IBP muestra la falla terapéutica o una falta en la adherencia. Una revisión sistemática mostró que el reflu­jo no ácido es la causa de la mayoría de los episodios de reflujo en pacientes refractarios y es la principal causa de persistencia de los síntomas a pesar del tratamiento con IBP.100 Finalmente, una impedanciometría/pH negativa ON IBP demuestra que los síntomas del paciente no son debidos a reflujo persistente.

En este grupo de pacientes con pirosis funcional, el uso de drogas antinociceptivas en dosis bajas (antidepre­sivos tricíclicos e inhibidores de la recaptación de seroto­nina), es de suma utilidad.

Síntomas extraesofágicos: asma, tos crónica, laringitis

El espectro clínico de las manifestaciones atribuidas a ERGE se ha ampliado de las manifestaciones típicas (pirosis y regurgitación), a una serie de manifestacio­nes extraesofágicas que incluyen síntomas laríngeos y respiratorios. Varios estudios epidemiológicos han identificado una asociación entre la ERGE y síntomas extraesofágicos que incluyen manifestaciones respira­torias y laríngeas, pero no se logró establecer causa­lidad. Una revisión sistemática encontró síntomas de ERGE en el 59% de los pacientes con asma y pHme­tría anormal en el 51%, pero concluyó que hay poca información para establecer causalidad.101 Estudios de cohorte sugirieron que la ERGE puede ser la causa de tos crónica en el 21-41% de los casos.102 Un estudio de casos y controles encontró asociación aumentada para faringitis (OR: 1,60), afonía (OR: 1,81) y laringitis crónica (OR: 2,01) en pacientes con esofagitis o es­tenosis esofágica comparada con controles.103 El Con­senso de Montreal reconoció que existe una relación establecida entre ERGE y asma, tos crónica y laringi­tis, considerando que estos trastornos habitualmente tienen un mecanismo multifactorial y que la ERGE suele ser un cofactor más que la causa. El Consenso de Montreal también reconoció que los síntomas ex­traesofágicos raramente son atribuibles a ERGE en ausencia de síntomas típicos.2 Actualmente, las herra­mientas diagnósticas para establecer a la ERGE como causa de los síntomas extraesofágicos tienen serias li­mitaciones. Por lo tanto, a estos pacientes se les debe realizar una evaluación muy cuidadosa sobre las causas no relacionadas a ERGE. La endoscopía digestiva alta puede documentar la ERGE cuando se observa enfer­medad erosiva, pero esto ocurre sólo en un tercio de los pacientes con síntomas de ERGE104 y es aún más rara en pacientes tratados con IBP.105 El monitoreo ambulatorio de ERGE puede confirmar la presencia de la misma a través de la documentación del reflujo gastroesofágico patológico. En la actualidad se considera que el porcentaje total del tiempo con pH < 4 es el discri­minador más útil entre reflujo fisiológico y patológico.106 Existe una gran variabilidad en la prevalencia reportada de pHmetría anormal en pacientes con asma, tos crónica y larin­gitis.101, 107, 108 Por otro lado, la documentación de reflujo pa­tológico en el monitoreo ambulatorio no establece causalidad entre la ERGE y los síntomas extraesofágicos. Un monitoreo de reflujo negativo obliga a descartar otras causas distintas a la ERGE. Además de determinar la presencia o no de ERGE, el monitoreo ambulatorio de reflujo puede ser utilizado para de­terminar la asociación entre los síntomas y el reflujo. Los dos métodos más utilizados para determinar esta asociación son el índice sintomático109 y la asociación probabilística de los sínto­mas.110 La asociación sintomática puede documentar una rela­ción temporal entre los episodios de reflujo y los síntomas. A pesar de esto, la sensibilidad y especificidad de este método son limitadas y no existen estudios que avalen el tratamiento del ERGE extraesofágico solamente basado en este parámetro.106

Los hallazgos en la laringoscopía, especialmente ede­ma y eritema, son frecuentemente utilizados para diag­nosticar laringitis inducida por reflujo.111 Sin embargo, debe tenerse en cuenta que estos hallazgos se observaron en casi el 80% de los controles sanos en un estudio pros­pectivo.112 Además es importante tener en cuenta que los signos de irritación laríngea pueden ser también el resul­tado de causas diferentes de las de ERGE, como son las alergias, el tabaco o el abuso de la voz. Por lo tanto, se recomienda que el diagnóstico de laringitis por reflujo no se haga en base a los hallazgos laringoscópicos. Un metaanálisis de 8 estudios controlados y aleatorizados no mostró ventajas de los IBP sobre el placebo en pacientes con laringitis crónica.113

Una de las estrategias de manejo consiste en la ad­ministración empírica de IBP en aquellos pacientes con síntomas típicos de ERGE. Dos estudios controlados y aleatorizados mostraron mejoría del asma luego del tra­tamiento con IBP.114, 115 Sin embargo, un metaanálisis de 11 estudios concluyó que el tratamiento con IBP en adul­tos con asma mejora en una pequeña proporción el flujo espiratorio pico. Por lo tanto, no existe suficiente eviden­cia para recomendar IBP en pacientes con asma de ma­nera rutinaria si no existen otros síntomas de ERGE.116

Con respecto a la tos crónica, un metaanálisis de 9 estudios controlados y aleatorizados no encontró ventaja en la administración de IBP comparado con placebo en cuanto a la resolución total de la tos (OR: 0,46; IC 95%: 0,19-1,15), aunque sí se observó mejoría en los scores de tos crónica en aquellos pacientes que recibieron IBP.117

Concluyendo, los IBP parecerían ser una opción razo­nable para pacientes con asma, tos crónica o laringitis que también tienen síntomas típicos o evidencia objetiva de ERGE (con endoscopía positiva o monitoreo ambulatorio de reflujo patológico). El tratamiento empírico de los pa­cientes que no presentan síntomas típicos o datos objetivos de ERGE, no puede ser recomendado de manera rutinaria.

Complicaciones asociadas con la ERGE

Numerosas complicaciones han sido asociadas con la ERGE incluyendo la esofagitis erosiva, las estenosis y el esófago de Barrett. La obesidad ha mostrado ser un fac­tor de riesgo de enfermedad erosiva, esófago de Barrett y adenocarcinoma.118

Aunque han sido utilizados muchos sistemas de clasi­ficación de la esofagitis erosiva en la literatura, un sistema de clasificación introducido en 1994 parece ser el mejor en la práctica clínica. La clasificación de los Ángeles ha sido validada y mostró tener buena variabilidad inter e intra-observador.43 La esofagitis erosiva se observa en una minoría de pacientes con ERGE sintomático, la mayoría de éstos son Los Ángeles A o B. Las esofagitis Los Ángeles C y D han sido descriptas como severas y tienen la me­nor tasa de curación con IBP.119 Las esofagitis severas son más comunes en los ancianos y en general existe recaída si no se instituye un tratamiento de mantenimiento. Está recomendado repetir la endoscopía luego de un mínimo de ocho semanas de tratamiento con IBP en pacientes con esofagitis severa para descartar la presencia de un esó­fago de Barrett.120 Por otro lado, no ha sido demostrada la utilidad de repetir la endoscopía en pacientes que no tienen Barrett en la endoscopía de control o en los que la endoscopía inicial fue normal.121

Las estenosis pépticas son infrecuentes dado el uso generalizado de los tratamientos antisecretores. Las este­nosis tienden a ocurrir más frecuentemente en pacientes ancianos y con una larga duración de síntomas no trata­dos en el contexto de una motilidad esofágica anormal.122

El esófago de Barrett es la única complicación de la ERGE con potencial de malignidad. El esófago de Barrett se encuentra en el 5 al 15% de los pacientes a los que se les realiza endoscopía por síntomas de reflujo.123 Las guías actuales recomiendan que los pacientes con Barrett en­doscópico confirmado deben ser enrolados en programas de vigilancia en búsqueda de displasia.124

Conclusión

La ERGE, cuya prevalencia ha alcanzado proporciones de epidemia, es una de las entidades clínicas más frecuen­temente enfrentadas tanto por el gastroenterólogo clínico como por el médico general y genera importantes costos en salud. Nuestra comprensión acerca de la fisiopatología de esta enfermedad se ha ido refinando, de tal manera que ahora sabemos que la ERGE ocurre como una consecuen­cia de la interacción de múltiples factores. Esta clara con­cepción de la fisiopatología es clave para poder planificar el enfoque diagnóstico más adecuado, y asimismo escoger el tratamiento más racional de acuerdo a la presentación del paciente. El uso juicioso de los métodos de diagnóstico ac­tuales permite categorizar adecuadamente a los pacientes, descartar patologías diferentes a la ERGE de manera pre­cisa y orientar a la terapéutica más oportuna para cada si­tuación clínica. En el futuro, una mejor compresión de los mecanismos fisiopatogénicos llevará al refinamiento de las técnicas diagnósticas, de los recursos farmacológicos y de los procedimientos terapéuticos mínimamente invasivos.

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Correspondencia: Jorge A Olmos
Av Callao 875 piso 2do. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
Tel: +54 911 5950-8794
Correo electrónico: jorge.a.olmos@gmail.com

Acta Gastroenterol Latinoam 2016;46(2): 160-172

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