Recordatorios y Homenajes

Homenaje - Luis Alberto Rodolfo Boerr

Acta Gastroenterol Latinoam 2020;50(3):224-225
Publicado en www.actagastro.org el 28/09/2020

Con mucho pesar hacemos conocer que el pasado 5 de Julio de 2020 ha fallecido el Profesor Luis A. R. Boerr en el seno de su hogar familiar de la ciudad de San Isidro, Buenos Aires. Su brillante historia de más de 50 años en la gastroenterología argentina la cursó con calurosos y estrechos nexos humanos con colegas tanto de nuestro país y el continente. Como amigos, que hemos compartido partes de su vida profesional y más allá, creemos que Luis hizo gala de condiciones especiales que merecen ser puntualizadas y recordadas. En nuestra opinión, los aspectos más relevantes de su vida profesional han sido, entre otros, su inspirador brillo personal, el extraordinario espíritu indomable e innovador, su nivel intelectual y académico, el ser un lector empedernido de literatura general y científica, el convencimiento de que los equipos son más efectivos que las acciones individuales, su cultura general y su permanente ejercicio de la imaginación.


Prof. Luis A. R. Boerr

Inspirado por su padre Rodolfo, Luis desarrolló una intensa actividad profesional asistencial donde se destacó notablemente; estamos convencidos que su ausencia física impactará notablemente en el recuerdo de sus pacientes que siempre lo consideraron como un padre consejero. Luis también se destacó por sus actividades institucionales hospitalarias y su vida profesional se dividió en dos etapas, la del Hospital de Gastroenterología Dr. C. Bonorino Udaondo de Buenos Aires (1968-1998) donde accedió a la máxima posición asistencial/ejecutiva (Jefe de Departamento de Medicina), y el Hospital Alemán de Buenos Aires. En el hospital de gastroenterología ingresó a partir de su relación con el Dr. Manuel Ramos Mejía. Allí comenzó su carrera académica poco después de su graduación en la Universidad de Buenos Aires y su formación fue estimulada y orientada por el apoyo del mentor y guía de muchos, el reconocido Erman Crosetti. Junto con su formación en gastroenterología, Luis despuntó por su gusto en la patología del intestino, así desarrolló un conocimiento integral sobre el tema. En esa época forjó amigos que perduraron en el tiempo: Hugo Mazzanti, Roberto Pedrotti, Julio Bai, Miguel Gándara, Anibal Malvido, Javier San Martín, Teresa Paz, etc. Todos agrupados dentro del “grupo de intestino”. Aquella cofradía que extendía las tertulias más allá de la actividad hospitalaria era completada por su esposa Carolina Stück y tenía su máxima expresión y nexo en el trabajo semanal dedicado a realizar el conocido “Van de Kamer”, constituido en testimonio del afecto societario del grupo. Es de destacar su gran respeto y admiración por los rasgos intelectuales de aquellos colegas contemporáneos de adentro y fuera del hospital.

Nuevos miembros del grupo se incorporaron progresivamente, alguno de los cuales dejaron improntas en la vida de Luis, entre otros, Carlos Martínez, Roberto Mazure, Alicia Sambuelli, pero merecen una especial mención Carlos Morán y Juan C. Gómez, con quienes seguramente ya se ha reencontrado. En los años 80 desarrolló otro de los aspectos destacados de su voluptuoso aporte científico, el extremo interés por las enfermedades inflamatorias y donde se constituyó en uno de los referentes. En éste aspecto en especial, Luis fue motivador de clínicos y cirujanos dando puntapié inicial a un grupo de expertos reconocidos. Luis ha sido un eximio clínico gastroenterólogo que generó admiración e inspiración entre amigos y jóvenes médicos con quienes tuvo contacto. Esto fue evidente tanto dentro de nuestro país como fuera de las fronteras donde se pueden contar con innumerable cantidad de amigos entre los que merecen mencionarse a Guido Villa-Gómez, Elbio Zeballos, Henry Cohen, Sidney Phillips, Gunter Krejs, Eamonn Quigley, etc.

Los mejores ejemplos de su inagotable imaginación académica han sido, en nuestra opinión, su paso como presidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología (1991-1992), la dirección de la Escuela de Graduados de la Sociedad y la presidencia del Congreso Argentino de Gastroenterología (2004). Luis también fue vice-presidente de la Asociación Inter-Americana de Gastroenterología (2012-2014). La  coronación de esta carrera académica fueron las designaciones como Maestro de la Gastroenterología Argentina (2004), de la Gastroenterología Panamericana (2010) y Personalidad Destacada de las Ciencias Médicas en el ámbito de la Salud de la Ciudad de Buenos Aires (2017).

En 1998 y después de 30 años de trabajar en el Hospital Bonorino Udaondo, Luis le dio un giro copernicano a su actividad institucional, cerró ese ciclo y emigró a una nueva casa, el Hospital Alemán de Buenos Aires, donde desarrolló una prolífica actividad y fundamentalmente explotó una de las habilidades que lo destacaron, su capacidad de organizar y desarrollar instituciones. Varios discípulos provenientes del “Bonorino” tuvieron la suerte de ser “elegidos” para compartir ese proyecto. Ya para cuando desembarcó en el Hospital Alemán, Luis tenía todo muy bien pensado, tal cual una partida de ajedrez donde inicialmente creó el servicio de Gastroenterología. Al poco tiempo, su notable empuje le permitió acceder al cargo de vicedirector del hospital desde donde se ocupó, junto con el Dr. Ricardo Durlach, en estimular el crecimiento del hospital, se creó la unidad de trasplante, el servicio de endoscopia, fortaleció los servicios ya existentes, además de impulsar activamente la construcción de la  torre de la calle Juncal,  hoy  Instituto de Oncología. Fue, sin dudas, un gran hacedor que todo el tiempo impulsaba nuevos proyectos que lo mantenían vigente. Siempre estimulando a la gente de su alrededor para mejorar, era su vocación generar nuevas ideas y desafiar las ya existentes. Habitualmente compartía el “café de la mañana” con amigos y los discípulos “boerianos”, rutina que había iniciado muchos años atrás en el Hospital Bonorino Udaondo. Los que tuvimos la suerte de encontrarlo más calmo y más maduro en el Hospital Alemán destacamos que siempre imaginó y proyectó desafíos nuevos, siempre rodeado de los más jóvenes a quienes les dedicó horas de docencia en vivo. Dio oportunidades únicas, los proyectó hacia una carrera diferente, siempre respetando el lema de dar lo mejor a nuestros pacientes, un sello heredado de generación en generación, creando una escuela de discípulos, que no pasaran inadvertidos.

Hace algunos años fue sorprendido por un cáncer de pulmón que enfrentó con entereza y esfuerzo. Dejo a su cómplice, el cigarrillo, hizo todos los tratamientos y todos los controles, pudo contra el enemigo como nadie esperaba, un desafío que logró superar como el mejor. Algunos de los rasgos menos conocidos de la personalidad de Luis han sido su amor por la lectura y la música clásica donde se destacaba su habitual concurrencia a las galas musicales del teatro Colón. En su juventud también se destacó en el deporte siendo  jugador de primera división de volleyball donde desarrolló la misma impronta de personalidad.

Este breve repaso de la biografía del Luís, que lo recuerda  como amigo, académico y médico asistencial nos permite asegurar que creemos que es muy posible que a Luis le gustaría ser recordado como el caballero gentil que fue. Querido Luis, tu legado está vivo en una innumerable cantidad de amigos, colegas, residentes y becarios (nacionales y extranjeros) que te han conocido y admirado y has dejado una marca indeleble en nuestras vidas.

Silvia Pedreira y Julio C. Bai

Homenaje - Fernando Luis Magnanini

Con profunda tristeza pero con un enorme agradecimiento, despido hoy al Dr. Fernando Luis Magnanini.

Haciendo un mínimo y apretado resumen de su actividad, se desempeñó inicialmente como médico en la División de Clínica Médica del Hospital Fernández desde el año 1960. Continuó en la División de Gastroenterología de este Hospital, de la que fue Jefe de la Unidad de Endoscopia desde 1980, mientras el Dr. Horacio H. Rubio dirigía dicha División, y luego como Jefe de División desde 1983.

Fueron muchos los médicos que durante un período de 40 años, recibieron sus enseñanzas y su formación. Participó también activamente como Secretario de Docencia e Investigación del Hospital en los momentos del inicio de las Residencias Médicas en el mismo. Desarrolló una intensa actividad en nuestra Sociedad, primero como miembro de la Comisión Directiva, a la que posteriormente presidió en 1979. Dirigió la Escuela de Graduados de Gastroenterología durante los años 1991 y 1992, y finalmente fue Presidente del Congreso Argentino de 1995.

En los últimos 18 años continuó su actividad profesional como médico Consultor en Gastroenterología en el Hospital Universitario Austral y como Director de Postgrado de la Facultad de Medicina de la Universidad Austral. Ignacio Chávez Sánchez – considerado el padre de la cardiología de México – definió qué significa ser maestro: «Ser maestro significa, no solo poseer un tesoro de saber, sino estar dispuesto a compartirlo. Tener la altura intelectual propia del que enseña, y a la vez, el valor moral que se requiere para enseñar con el ejemplo. Hacer que quepan juntas en el alma, la ambición de subir más y la generosidad de guiar e impulsar a sus discípulos, y de gozar un día con su triunfo».

Fernando Magnanini cumplió durante su vida ampliamente con estos conceptos.

Ángel Nadales

Homenaje - Roberto Santos Lucero

El día 15 de febrero de 2018 falleció en el Hospital Aeronáutico Central el Profesor Doctor Roberto Santos Lucero, Maestro de la Gastroenterología, título con que lo distinguiera años atrás la Sociedad Argentina de Gastroenterología.

Más que un colega desapareció un amigo de casi medio siglo de amistad, camaradería, trabajo y escritos compartidos y que se caracterizó por su contracción a la profesión, la enseñanza y la investigación. Durante todo ese período desarrollamos nuestra labor en el establecimiento citado, en el Hospital Privado 24 de septiembre en Ciudadela y en la práctica privada.

Nos conocimos en 1970 cuando se incorporó como médico concurrente al Servicio de Gastroenterología del Hospital Aeronáutico Central. Rápidamente logró granjearse la amistad y reconocimiento por su sencilla y agradable personalidad y su buen humor, como así también por sus sólidos conocimientos de la especialidad.

Con el avance de la fibroendoscopía digestiva decidimos realizar el curso anual de la especialidad en el Hospital de Gastroenterología Bonorino Udaondo en 1973. Sus inquietudes lo llevaron a enseñar posteriormente la práctica de la endoscopía en cursos anuales que realizábamos en nuestro hospital, y en jornadas en el Hospital Italiano, en el Durand y en el Fernández durante más de 20 años.

En esos inicios inventó un sistema de enseñanza a los educandos al que llamó SIMPRAC (Sistematización de la Simulación en la Práctica Endoscópica), que muchos deben recordar y que él construyó en forma manual con maquetas pequeñas. En su interior simulaba partes de los órganos digestivos y lesiones moldeadas en papel massé, que luego pintaba y que eran en mi opinión superiores a los maniquíes de Classen y Rupin. Este invento le valió el Primer Premio del Colegio de Planeamiento en Gastroenterología.

Numerosos profesionales que cursaron los cursos de endoscopía recordarán la capacidad, dedicación y pasión docente del Dr. Lucero. Fue de los primeros en filmar las endoscopías digestivas con su cámara super 8, que exhibía en los cursos, congresos y cualquier otro evento de la especialidad en el país y en el exterior.

Participó en numerosos congresos nacionales, panamericanos y mundiales como expositor y conferencista y tuvimos el privilegio de ser coautores de sus numerosas publicaciones nacionales e internacionales.

Fue presidente de ENDIBA (Endoscopistas Digestivos de Buenos Aires) y de AAED (Asociación Argentina de Endoscopía Digestiva). También sumó a su amplio currículum profesional el ser especialista en Farmacología Clínica, y por este motivo fue sucesivamente Asesor Médico Científico de Laboratorios Ariston, Labinca y Microsules Bernabó hasta su jubilación. Formaba parte del claustro de profesores de la Universidad del Salvador.

Nuestra amistad se extendió más allá del plano netamente profesional, llegando a nuestras familias, a un sentimiento común por el club San Lorenzo de Almagro y nuestra afición por el tango. Muchos recordarán que sus exposiciones en congresos, simposios, jornadas, cursos, etc., se iniciaban con la proyección del tango «La cumparsita» con la orquesta de Mariano Mores.

Desde hace quince años su ceguera lo aisló del mundo médico y finalmente su deterioro cerebral con enfermedades concurrentes lo transformaron en un recuerdo imborrable para quienes hemos sabido disfrutar de su amistad y muchos de los colegas y alumnos que tuvieron la suerte de conocerlo y aprender de sus enseñanzas no lo hemos de olvidar.

Que Dios lo bendiga.

Atentamente:

Fernando Espiniella

Homenaje - Alejandro Pulpeiro

Acta Gastroenterol Latinoam 2016;46(1)
Publicado en www.actagastro.org el
 28/03/2016

Alejandro se caracterizó por ser inquisitivo y agudo en su enfoque médico y ante la vida, lo apasionaba la controversia y confrontar ideas y proyectos, la parsimonia no era su fuerte y tuvo dos pasiones que lo motivaron y dejaron huella: la docencia -su segundo hogar- y el construir un grupo de trabajo con objetivos claros y resultados comprobables. Fue maestro y motivador de sus colegas. Construyó allí donde pudo con persistencia y contra corriente e inspiró siempre a quienes estuvimos a su lado. Sus contradicciones fueron anécdotas menores.
Al egresar del Nacional Buenos Aires lo hizo con notas sobresalientes y un premio del Gobierno de entonces al egresado destacado de ese colegio.
Conocimos a Alejandro en 1976, Dudy Zagalsky, y en 1978, Horacio Besasso, en nuestra formación en el Hospital de Clínicas, como alumnos de la Escuela de Graduados de la SAGE.
Sus rulos de estilo afro denotaban la ebullición intelectual que lo desvelaba. Tenía cuarenta años en ese momento, plenitud total e intereses que oscilaban entre la hepatología, la gastroenterología clínica y el psicoanálisis. La “Oda al hígado” de Pablo Neruda era una de sus poesías favoritas.
En esa época fue mentor de la tesis de Dudy Zagalsky sobre “Tratamiento psicológico de la enfermedad ulcerosa gastroduodenal”. La tesis contenía aspectos válidos y sólidos sobre los cuales él estaba convencido. Sin embargo, fue el advenimiento en ese mismo año de la Cimetidina lo que marcó una bisagra en el tratamiento de esta patología, lo cual hará que se difuminara la cirugía de las úlceras gastroduodenales.
Como suele pasar con aquellos que estudiaron en “El Colegio”, reverenciaba la calidad educativa en que se había formado y allí nació su obsesión por la lectura y su erudición humanística que lo hacía sobresalir más allá de la medicina. Era un gallego culto, muy lector y estaba orgulloso de poder demostrarlo.
Su desempeño como estudiante de Medicina en la UBA fue brillante –fue medalla de oro- y se desarrolló en el Hospital de Clínicas en la Cátedra de Fustinoni, desde donde se trasladó a la Unidad de Gastroenterología. Allí acababa de fallecer el Jefe Ignacio de Larrechea y Hugo Obligio lo reemplazaba, seguido después por el Bebe Arabehety. Osvaldo Tiscornia tenía su espacio en las salas del fondo, donde se dedicaba a estudiar el efecto del alcohol en el páncreas de las ratas.
En 1980 ganó el Concurso como Jefe del Servicio de Gastroenterología del Hospital Español, donde formó un equipo armónico y eficiente, y cuyos integrantes crecimos de su mano en la especialidad.
Desde el Clínicas nos fuimos al Español llevados por su magnetismo irrefrenable y armamos allí el Servicio de Gastroenterología. En ese momento actuaba en ese Hospital, a cargo del Departamento de Cirugía, Vicente Gutiérrez Maxwell, maestro de la Cirugía de varias generaciones y con reconocida capacidad organizativa.
Nuestro desarrollo en el Hospital Español bajo la guía de Alejandro fue importante y nos marcó hasta hoy. Allí se introdujo por primera vez en la Argentina el láser de Nd Yag aplicado a la patología digestiva.
Se conformó un grupo pujante y de gran desarrollo individual y colectivo: Adriana Grisuoni, Teresa Barcia, Rosana Argento, Cecilia di Risio, Amalia Rodríguez y Carlos Yufe fueron algunos de los integrantes de ese grupo.
Alejandro llegó a la Dirección del Hospital Español en el comienzo de la democracia. En el ´87 arribó a esa institución una administración que decidió cancelar o limitar la actividad docente y académica. El arribo planificado de Alejandro a la Dirección del Hospital se frustró en forma súbita.
Todo el equipo se solidarizó con él y volvimos al Clínicas primero y al Durand luego. Allí nos recibieron con generosidad. Y fue desde allí también que el grupo inició caminos personales diferentes.
Fue Presidente de la SAGE y durante su gestión se compró la primera sede de nuestra Sociedad en la Calle Salguero. Esa decisión marcó para siempre los destinos de su querida Sociedad, que evolucionó de manera notable.
Fue Presidente del Congreso de Gastroenterología 2002, azotado por las enormes dificultades económicas y logísticas de ese año crítico. Había caído De la Rúa y comenzaba la gestión de Duhalde. Su Congreso sufrió lo que ninguno y desde la Secretaría General uno de nosotros (DZ), compartió el embate contra muchas dificultades.
Alejandro sufrió una gran frustración al ver que el sueño del Congreso al que aspiraba no coincidía con la realidad que el país permitía en esos días.
Tuvo algo de la melancolía y el tesón de los gallegos, las rías de Galicia lo conmovían más que la pampa y la figura de su padre fue, con el paso del tiempo, cada día más señera.
Le costaba mostrar sus sentimientos pues temía parecer débil. Hizo mucho por muchos de nosotros y por la SAGE. Fue querido, respetado y discutido.
Tuvo cuatro hijos; María, distinguida pediatra; Gonzalo, cálido soñador; Rodrigo, reconocido cineasta; y Julieta, su hija en la madurez, que cursa el colegio secundario.
Sufrió y quiso, vivió con intensidad y dejó un recuerdo imborrable en todos nosotros.
Coincidimos plenamente al decir “confesamos que ha vivido”.

Horacio Besasso y David Zagalzky

Homenaje - Julián T. Arabehety

Acta Gastroenterol Latinoam 2015;45(3)
Publicado en www.actagastro.org el
 04/10/2015

La profesión médica implica estudio, dedicación y servicio. Se aprende poco a poco, adquiriendo conocimientos, pero también, madurando la actitud en la relación con los pacientes. Sin duda, este crecimiento progresivo está influenciado por los medios y el ambiente en el cual uno se desarrolla. Tener un modelo, conceptuado como la persona digna de ser imitada, marca la calidad médica para siempre. Julián Arabehety fue modelo y mentor de los que nos desempeñamos con él.
Nacido en 1922, se graduó de médico en 1950 con Diploma de Honor (UBA). Luego de desempeñarse en el Instituto de Gastroenterología del Hospital Rawson, estuvo becado dos años en el Hospital Peter B Brigham de Boston (EE.UU.), Hospital afiliado a la Harvard Medical School. Allí se perfeccionó en gastroenterología y trabajó con el Dr Seymour Gray. A su vuelta, se incorporó al Hospital de Clínicas (UBA), desempeñándose como compañero y amigo del Dr Ignacio de Larrechea. Fue pionero del Servicio de Gastroenterología de dicho hospital. En 1987 fue nombrado Jefe de dicho Servicio. Junto con sus actividades asistenciales, ejercía la docencia con verdadera pasión. Fue Profesor Adjunto de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y Sub-Director de la Carrera de Médico Especialista en Gastroenterología de dicha Facultad. En 1996 fue nombrado Profesor Honorario (UBA). Fue miembro activo y Presidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología. Fue autor de numerosos trabajos científicos y coautor del libro Gastroenterología, junto con los Dres Víctor Pérez, Osvaldo M Tiscornia e Ignacio de Larrechea (Editorial El Ateneo, 1977).
A la par de toda esta actividad académica asistencial, dedicaba tiempo y devoción a su querida familia, sin olvidarse de practicar semanalmente su deporte, la pelota a paleta, seguramente, influenciado, por su origen vasco.
El “Bebe” Arabehety se caracterizaba por su humor, sentido profundo de la amistad y su cálida disposición para escuchar y orientar. Pude compartir el encuentro diario, dentro y fuera del Hospital de Clínicas, viajar con él, tener accidentes juntos (nos desbarrancamos en un auto en Jujuy) y tener largas charlas en las cuales me aconsejaba sobre situaciones dubitativas (allí aprendí su frase: “No esperes peras del olmo. El peral da peras; el olmo, ¿…?)”. Entre tantas cosas, también de manera totalmente desinteresada, me brindó su consultorio.
Como yo, sus discípulos (numerosos en el país y en el exterior), recibimos de él cariño, enseñanzas, solidaridad, sin habernos pedido nunca nada a cambio. Se daba con alegría, solo por compartir. Merecidamente, en el año 2000, la Sociedad Argentina de Gastroenterología le otorgó el título de Maestro de la Gastroenterología, habiendo tenido el honor de entregárselo. Ese día, también recibieron dicho título otros grandes maestros y amigos entre sí, los Dres Aldo De Paula, Erman Crosetti y Pablo Mazure. Qué honor haberlos conocido.
Querido “Niño Bebe”: He crecido a su lado; he aprendido medicina y mucho más. Como lo he referido en otra oportunidad, ese “mucho más” fue lo que nos identificó a todos sus discípulos, que con sus colegas gastroenterólogos, lo despedimos con profundo cariño y agradecimiento.

Carlos F González del Solar